Quiso el destino que volviera a encontrarme con el Hotel Restaurante Rural Las Baronas; eso sí, orquestado por el voluntarioso equipo de Ruralka. Un oasis para el descanso y la elaborada restauración ubicado en Santa Cruz de la Salceda. El reposado pueblo burgalés anclado en el extremo sur de la provincia. En un territorio de lo más salvaje, donde no es extraño toparse con todo tipo de fauna que no duda en adentrarse incluso en la misma localidad, como si reclamase los dominios de las extensiones originales del terreno. Lo que supone todo un disfrute para la vista para los que somos ajenos a este medio.
Un contundente desayuno hizo de banderazo de salida de este evento V-Strom on Road otoñal, y tras las presentaciones pertinentes, nos pusimos en marcha el escogido grupo de V-Stromers con rumbo sureste.

Enseguida salimos de la provincia de Burgos para adentrarnos en Segovia, con el regalo que supone la espectacular estampa de las quietas y cristalinas aguas del pantano de Linares del Arroyo. Señoreado en lo alto de un cerro por el pueblo de Maderuelo, bajo la atenta mirada de unas aves rapaces encaramadas en sus buitreras. El irregular trazado se iba animando y más allá alcanzábamos la villa medieval de Ayllón. No lejos de allí, la sinuosa carretera nos vierte en la provincia de Soria, y más adelante se encuentra el interesante Yacimiento Arqueológico de Tiermes, una ciudad romana con todos los emplazamientos típicos y que destaca por su impresionante acueducto horadado en la roca.

Tras pasar Retortillo de Soria, un retorcido puerto de montaña coronado por el alto de la Carrascosa (1.380 m.) nos introduce en Guadalajara y nos traslada hasta la Comunidad de Castilla-La Mancha. No lejos de allí está la villa de Atienza, presidida por su castillo roquero, entre algunos otros reclamos monumentales, y que suponía el punto más al sur de esta ruta V-Strom on Road. Desde allí poníamos rumbo al norte, buscando Berlanga de Duero y nuestra siguiente parada en Gormaz. Dominada por su Fortaleza califal en lo alto del cerro y testigo inerte de las batallas que se libraron por estas tierras de frontera en tiempos de la Reconquista. Un serpenteante río Duero corrobora el belicoso pasado de Gormaz.

Otro reclamo en forma de vestigio medieval nos esperaba algo más allá. Calatañazor es un impecable escenario de firme empedrado presidido por su castillo, que merece la pena recorrer sus empinadas calles para admirar su lograda arquitectura medieval. A partir de allí el paisaje cambia radicalmente. Nos adentramos en un vasto territorio poblado de densos pinares que nos trasladan hasta Muriel Viejo y nuestra merecida recompensa en El Cielo de Muriel.

Otro oasis, este rodeado de pinares, como sólo Ruralka sabe cribar para que su visita sea toda una experiencia. ¡Como pudimos comprobar por nosotros mismos! Además de degustar unas exquisitas viandas, el hotel está especializado en el astroturismo y allí mismo, entre plato y plato, pudimos contemplar el sol con un telescopio especial (nos explicaban que si no nos quemaríamos las córneas) y apreciar algunas de sus curiosidades, junto a una interesante explicación acerca de nuestro astro.

El día se echaba encima, estaba siendo de lo más intenso recorriendo este apasionante rincón de Las Castillas, pero ya tocaba volver a nuestro punto de partida burgalés. Así que carretera y manta. La cercanía de la autovía A-11 nos permitía regresar de manera ágil hasta Santa Cruz de la Salceda. Con el excelente sabor de boca de haber degustado el placer de recorrer estos rincones apartados tan ajenos al turismo de masas con la compañía perfecta.
Marcos Blanco
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