Una ruta a pocos kilómetros de la capital, perfecta para los motores madrileños.

Si el objetivo de todo motero es alcanzar el destino más lejano, o la carretera con mayores curvas, Ávila le adjudicará el hito de haber discurrido con su corcel motorizado por la capital a mayor altura del territorio español, (1.131 metros sobre el nivel del mar). Su sobriedad le dota de esa singular belleza castellana a la que tanto aludía el poeta Machado. No por ello Ávila carece de alicientes, desde la propia capital de provincia, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1985, exhibe con orgullo su impresionante patrimonio arquitectónico formado, entre otras joyas, por la muralla, con sus 88 torres o “cubos”, la catedral, Real Monasterio de Santo Tomás, el Mercado Chico, los Cuatro Postes o los enclaves de Santa Teresa. Su enclave céntrico en la península ibérica, y sus buenas comunicaciones con Madrid hacen de Ávila el destino perfecto para una nueva escapada motera con nuestra V-Strom, que incluso nos regalará tramos de carretera verdaderamente exigentes como la subida al Puerto del Pico, o la ruta de la Venta del Obispo hacia el Berraco.

La situación del hotel del Linar del Zaire en Burgohondo, o también El Hotelito en Navaluenga –únicamente separados entre sí por 7 kilómetros–, a orillas del Alberche y ambos del club Ruralka, nos viene como anillo al dedo para hacer una escapada rápida entre la capital y la meseta castellana, o desenmarañar la madeja de carreteras que hilvanan una sucesión de puertos de montaña.

La carretera AV 900 que sale desde Ávila hacia Navalmoral es la de menos tránsito y la más directa hacia ambos hoteles, que nos servirán como punto de partida –o destino según prefiramos– para comenzar a viajar por los espectaculares paisajes graníticos de Gredos que ya asoman ante nosotros. La ascensión al puerto del Navalmoral que comienza suave seguido de una acusada sucesión de curvas, nos regala en el descenso algunas buenas horquillas de esas con las que nos gusta poner a prueba nuestra moto. Atravesamos el pueblo y recto hacia Burgohondo iniciamos una nueva subida hacia el puerto de Mijares. Según ganamos altura el paisaje va siendo tan majestuoso que nos hace parecer estar ante nuestros dominios castellanos. Trazado muy amplio, curvones y la visión del plácido ganado nos transmiten una paz semejante circulando entre verdes praderas. El asfalto es arrugado, a veces bacheado, lo que hace pensar en una rutera ideal, o mejor aún alguna polivalente moto de estilo trail.

Arriba en el puerto apenas hay distancia para el descanso pero podemos perder unos instantes aminorando el ritmo para mirar hacia el amplio valle del río Tietar en su confluencia con el Tajo, beneficiándonos de un clima más benigno si viajamos en invierno al ir orientados hacia el sur. Pronto tendremos ración extra de curva y contracurva, ya jalonadas de murallones de piedra que también conformarán el serpenteante quitamiedos adosado a ras de carretera. Siendo carretera de montaña de verdad, el asfalto mantiene su buena adherencia. Pasamos ahora por dos poblaciones que son muestra de la arquitectura rural típica abulense, donde la piedra y la madera se conjugan, Mijares y pocos kilómetros después, Gavilanes. También puede ser el momento para almorzar y recobrar fuerzas antes de afrontar un nuevo puerto, el que enlaza Pedro Bernardo con San Esteban del Valle, 20 kilómetros jalonados de bellísimas vistas hacia la frondosa vega del Tiétar y si tenemos apetito, por qué no, es momento de llenar el estómago con un rico aperitivo.

Hemos llegado a una comarca denominada de las cinco villas, que reúne a Cuevas del Valle, Mombeltrán, San Esteban del Valle, Santa Cruz del Valle o Villarejo del Valle, con un gran pasado histórico cuya narración encontraremos en el castillo de Mombeltrán y en las huellas de la calzada romana que se entrecruza por nuestra ruta hacia el Puerto del Pico. La N 502 es perfecta para recorrerla con la V-Strom: ancha, adherente, con magnífica visibilidad, es quizás el mejor trazado de montaña de Castilla y así lo atestigua el gran número de moteros con que nos cruzamos cualquier fin de semana. Sus magníficas vistas al valle, así como a las cumbres del macizo de Gredos, lo convierten en lugar ideal para tomar algunas fotos. Estamos ante un grandioso entorno paisajístico con los ríos Alberche y Tormes a nuestros pies.

Hacia la cara norte, la carretera nos va a dirigir hacia San Martín del Pimpollar y la conocida ruta hacia Hoyos del Espino y plataforma de Gredos, punto de partida de excursionistas hacia la Laguna Grande y el Circo glaciar. Regresando hacia Navacepeda, tomamos el desvío hacia el puerto de Peña negra. Este desvío por una carretera tan estrecha merece especialmente la pena para contemplar la majestuosidad de la cimas más elevadas del centro peninsular, coronadas por el pico Almanzor de 2.592 m. de altitud, y mirando en dirección opuesta, la gran meseta castellana.

Tan sólo nos separan 60 kilómetros de nuestro hotel, al que nos llevará recorriendo un suave descenso la C 500, o apenas algunos kilómetros más si decidimos volver a Ávila con tiempo suficiente para visitar su catedral del Salvador, o su buen número de edificios religiosos, palacios o casonas. Las iglesias extramuros de San Vicente, San Pedro, San Andrés, San Segundo,  San José, Santo Tomás, San Martín, Santa María de la Cabeza y San Nicolás están consideradas como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Si después de una intensa sesión de curvas hemos de reponer fuerzas, la gastronomía abulense se basa en los asados y productos de matanza. Las legumbres son exquisitas, destacando los judiones del Barco. Y finalmente, el paladar se endulza con unas tradicionales yemas de Santa Teresa.

Finalmente descansaremos en nuestro acogedor hotel El Linar del Zaire, en Burgohondo. Allí encontraremos un lugar para refugiarnos y desconectar después de un gran día disfrutando de nuestra pasión por las motos.

¡Un rutón muy cerca de la capital española para pasar el día!

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