Si pensamos viajar por La Mancha no vendría mal un repaso a El Quijote. Las aventuras que Miguel de Cervantes narra en su novela tienen su origen en la literatura de caballerías que tanto gustaron en Europa en el siglo XV, mezcla de andanzas del héroe caballeresco, con un origen extraordinario, siempre dispuesto al duelo tras el que aguardaría supuestamente algún que otro retozo con una dama encantadora. Pero vayamos a lo que aquí nos interesa, su fantástica escenografía plagada de inverosímiles paisajes y palacios por nuevas tierras, la inspiración de nuestra más representativa figura de la literatura de su obra que reúne magistralmente la parodia, la comedia y la lírica. Por los secos parajes de la Mancha nos sentiremos auténticamente como el Caballero de la Triste Figura, a lomos de Rocinante, con quien nos identificamos –salvando las distancias– junto nuestro corcel motorizado, nuestra Suzuki V Strom. Exploraremos llanuras interminables, acompañados casi siempre bajo un riguroso sol de justicia. Contemplaremos horizontes lejanos tímidamente interrumpidos por pequeñas sierras donde se sitúan los mejores símbolos le La Mancha que aterrorizaban al Quijote: sus molinos de viento.
La ciudad amurallada de Toledo es la capital de La Mancha, la vieja capital de Hispania del s. VI y de Castilla, que vivió su máximo esplendor bajo el epígrafe de “la ciudad de las tres culturas” por la unión de la cultura árabe, cristiana y judía, y que ahora en 2014 celebra el IV centenario de la muerte de El Greco. A tan sólo 15 km. de Toledo tomamos como punto de partida de nuestra ruta el Hotel Villa Nazules Hípica Spa del club de hoteles con encanto de Ruralka. Destacan sus actividades alternativas, como sus paseos a caballo, pista de tenis, gimnasio, bicicleta o su relajante Spa.
Pero no perdamos el ritmo y pongamos ruta por la C 400 hacia Nambroca y el castillo de Almonacid de Toledo. Tras pasar por Mascaraque pronto veremos las espectaculares ruinas del castillo medieval de Peñas Negras, engarzado en su atalaya rocosa. Mora es conocida por su espléndido aceite de oliva. Por ello, es recomendable que realicemos las visitas guiadas de su Museo del Aceite y su Museo Molino Aceitero (donde todavía se elabora aceite de manera tradicional). Y para completar nuestro paseo, nada mejor que conocer edificios como la Casa de los Sueltos, la iglesia parroquial, la ermita de la Virgen de la Antigua y su castillo. Paisajísticamente Mora es un mar de olivos, por lo que es buen enclave para practicar la fotografía.
Antes de volver a escuchar el relincho de la V Strom, desde Mora se plantean dos alternativas, ir hacia el oeste, y optar por la señorial villa de Orgaz, donde hallaremos un castillo medieval, casas nobiliarias (Casa del Vínculo, el Pósito municipal, el hospital de San Lázaro), su iglesia de Santo Tomás y los Arcos de San José y de Belén (dos de las cuatro puertas de entrada que tuvo la villa) y museo Visigodo. Cerca de aquí, en Arisgotas, podemos visitar el Museo Visigodo, o dirigirnos hacia Tembleque donde ya podremos admirar de cerca un par de típicos molinos de viento. Una vez en la villa, disfrutaremos del conjunto artístico de su plaza mayor (de arquitectura manchega) y de edificios como la casa-palacio de las Torres. Un entorno para no perdérselo. Su Plaza Mayor es una singular muestra de arquitectura castellana, que sigue el esquema de los antiguos corrales de comedias. De planta cuadrada, está porticada con columnas de granito en los lados norte, sur y este. Por encima, dos plantas con corredores sostenidos por pilares de madera, fachadas encaladas y los antepechos de las barandillas decorados con la cruz de La Orden de San Juan. La plaza está concebida para ser escenario de espectáculos taurinos y festivos, de ahí la particular disposición de las galerías y el torreón para las autoridades. Bajo sus soportales hay numerosos locales donde poder catar sus típica gastronomía, sobria pero muy especiada, como las migas, las gachas, el pisto o el gazpacho “galiano”. A siete kilómetros de Tembleque podemos desviarnos a El Romeral, un pueblo muy pequeño pero que cuenta con cuatro magníficos molinos de viento abiertos al público y los museos Etnográfico y del Esparto.
Muy cerca también se encuentra Villacañas, a la que llegaremos por la C 402, y en donde no podemos perdernos el Museo Etnográfico del Silo (aprovecha antiguas y tradicionales viviendas subterráneas) y la Casa-Museo de la Tía Sandalia (dedicado a imágenes religiosas). Unidas por una recta perfecta de la TO 114 , nos espera una larga parada en Consuegra, que tiene el honor de tener la fotografía más veces reproducida de todas las guías de viajes editadas sobre España, la de su línea de 11 molinos de viento –de los 13 originarios– del Cerro Calderico. Todos ellos están bautizados con nombres extraídos de la inmortal obra del Quijote. Datan del siglo XVI, y la mayoría conservan su funcionamiento completo. Además aquí se encuentra el castillo de la Muela o de Consuegra, de origen musulmán, pero modificado y ampliado durante el siglo XII por la Orden de San Juan de Jerusalén. La villa de Consuegra ofrece además visitas guiadas a diferentes talleres artesanos de alfarería y forja tradicionales. Si estamos en otoño, el último fin de semana de octubre la celebración de la fiesta de la Rosa del Azafrán es un espectáculo con la participación de grupos de música y danzas folclóricas de toda España.
Si estuviéramos agotados subiendo y bajando por los artefactos de viento, tenemos aquí mismo el lugar perfecto para descansar de la ruta, el Hotel La Vida de Antes, del club de hoteles con encanto de Ruralka.Una preciosa casona castellana del siglo XIX, decorada con mobiliario costumbrista recuperado con una galería acristalada con la reja antigua. Pero si aun podemos estirar el tiempo, merece la pena apurar la ruta y arrancar de nuevo la V Strom completando poblaciones con mayor concentración de molinos. En Madridejos podremos visitar el molino del Tío Genaro, el Museo del Azafrán, Museo Etnográfico y los museos etnológicos de los Silos del Tío Zoquete y del Tío Colorao. Laiglesia del Divino Salvador, el convento de Santa Clara, la ermita del Cristo del Prado, la Casa de las Cadenas y la Plaza de Toros. Y a 32 km. de allí, en Alcázar de San Juan, se conservan cuatro más –Fierabás, Barcelona, Rocinante y Barataria–que funcionaron hasta los años 40. Con esta buena colección de molinos de viento ya quedaremos convencidos de que no eran gigantes, sino inolvidables paisajes manchegos.
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