Un lugar lleno de magia y paisajes que enamoran, la Sierra de Gata es la gran protagonista de esta ruta.
Hay viajes en los que uno no se plantea nada especialmente. Bueno sí, el mero hecho de viajar, de hacer kilómetros y de encontrar lugares por los que aparentemente todavía no ha pasado nadie. Un lugar en donde te llamen —si con suerte hay cobertura— y puedas decir: ¡estoy totalmente perdido! La Sierra de Gata se configura por cuatro valles, entoñados en un rincón que linda con Portugal, Salamanca y Cáceres, acunando pueblitos que rinden verdadero culto a la sencillez. ¡Vamos a descubrirla con nuestra V-Strom!
Uno de estos sitios tan apacibles es San Martín de Trevejo y el punto de partida recomendado para nuestro viaje la Finca El Cabezo, del club de hoteles con encanto de Ruralka, un caserío tradicional convertido en un pequeño hotel de seis habitaciones. El acceso desde Cáceres o Plasencia lo tenemos combinando las carreteras A66 y la EX 109. Cuando después de instalarnos vayamos a visitar el pueblo, nos daremos cuenta del por qué de su base de piedra, resistente a las fuertes nevadas, y de sus techos de adobe y madera. Aquí la construcción tradicional se caracteriza por sus casas de tres niveles —planta baja y tres pisos— que sirve de patrón. Al exterior, fachada de piedra en la planta baja, de la que arrancan escalinatas o poyos con peldaños de granito que servían de acceso a la vivienda desde la calle. Eso es así porque la planta baja estaba destinada a bodega y al ganado. La madera de las plantas superiores se abalanza sobre la calle, y a menudo en sus esquinas se observan los “tozones” —los salientes de las vigas de madera— labrados con caras en relieve.
Pronto descubrimos más peculiaridades; según vas caminando, los lugareños te saludan, la naturaleza es espectacular. Gracias al viento húmedo del Atlántico, las 150.000 hectáreas de la comarca están completamente pobladas de alcornoque, pino y helecho. El clima es benigno para la Bungavilla y la frambuesa, frutales como naranjos, kiwis, cerezos y olivos, que aquí se sigue recolectando a mano, de donde brota el delicioso aceite, las naranjas y encajes de Acebo, los dulces de San Martín, y probar toda una rica gastronomía basada en la excelente materia prima y la mano de sus gentes en la cocina ¡Como para perdérselo! Hay que probar la ensalada de naranjas ácidas, aderezadas con aceitunas negras y pimentón, «el mojo», «el esparragao» de deliciosas berzas, «el alhu patatas», el cabrito… la lista puede ser interminable. También se dice que la zona es un paraíso de la micología por el alto grado de humedad. El agua es una constante, desbordando pilones para discurrir por el centro del pueblo para alimentar al río Jálama.
Continuamos curveando por Elijas, Valverde del Fresno y descendiendo hacia el valle por la única vía posible, entre la frondosidad y las buenas vistas al valle del río Gata, llegamos a Trevejo. En lo alto, el castillo de origen árabe semiderruido, que nos sorprende por la espadaña aislada de la parroquia de San Juan Bautista. Desviándonos ahora por la EX 205, Hoyos es la capital administrativa de la Sierra de Gata, y se caracteriza por su mayor predominancia de la piedra con la que se levantan ricos palacetes salpicados con pequeños balcones. La carretera es estrecha y parece un balcón con vistas al conjunto de embalses del curso alto del río Alagón. Más nos vale no perderla hasta llegar a Gata, donde sus antepasados fueron valientes defensores de la Orden de Alcántara y de Carlos I de España. Su blasón imperial sobresale de la Fuente del Chorro. De nuevo el granito, la cal morena y el roble protagonizan su arquitectura. Más de una foto nos haremos en estas paradas con nuestra V-Strom.
Ascendiendo el curso del río, Robledillo de Gata, es uno de los mejores ejemplos de arquitectura serrana de la comarca. Su casco antiguo está declarado Bien de Interés Cultural. Esta pintoresca localidad que mantiene su trazado medieval de casas dislocadas separadas pasadizos y corredores sin lógica alguna. En la cubierta la pizarra es la protagonista y en las fachadas el peculiar “varaseto” de castaño revocado de barro y paja. En Robledillo encontraremos numerosas bodegas y hasta un museo del aceite. Uno de sus principales legados es la Parroquia de la Asunción con un precioso artesonado mudéjar, pero lo más seguro es que nuestra cámara fotográfica quiera perderse entre cientos de rincones típicos donde el barro, la piedra y el colorido de las flores hablarán por nosotros de nuestro amor por las cosas sencillas.
Continuamos por Horcajo y nuestro último punto del viaje será La Alberca ya en Salamanca donde nos daremos un buen homenaje gastronómico y recuperaremos las fuerzas empleadas en la ruta por la Sierra de Gata.
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