Hayedos y robledales espectaculares, Selva de Irati y Señorío de Bertiz
Pocas veces conviven en una misma ruta dos entornos de otoño tan claramente diferentes como archiconocidos para los ruteros con moto. Dos bosques que son inspiración del paisajismo y que el arte ha plasmado repetidamente, como sucede en la pintura holandesa o italiana del barroco. En los bosques y setos de arbustos tienen lugar dos fenómenos aparentemente contradictorios, pero que en realidad son consecuencia de dos fenómenos evolutivos. La pérdida cíclica de la hoja responde a la necesidad del vegetal a una adaptación a los rigores del invierno al limitar la función de fotosíntesis y para reducir la capacidad difusora del calor y la humedad de la copa vegetal. La capa leñosa, más dura, aísla del frío a la especie. Al mismo tiempo las semillas inician su ciclo vital y se ponen de viaje. Bayas, zarzamoras, endrinos y gayubas fructifican y, al madurar, guardan en su interior semillas que, después de engullidas por los herbívoros, son diseminadas por doquier.
Los motoristas más ruteros en España y Francia recorren mucho esta zona. Las hayas, como las de la Selva de Irati, representan la estampa típica del otoño en nuestro país y al menos una vez en la vida -no hay excusa posible- tenemos que cobijarnos bajo sus copas. Amarillos, naranjas, dorados y verdes de todos los tipos tejen un tapiz que en pocos lugares podremos observar. Desde Pamplona nos adentramos en la Sierra de Osa donde la vista se nos pierde hacia el embalse de Itoiz, y para nuestro Instagram paramos a fotografiarlo desde su mirador. La localidad de Aribe, en donde cabe destacar su hórreo y su puente medieval, la carretera local adosada al río nos adentra en el valle de Aezkoa. La casi desaparecida nutria todavía perdura aquí, cobijada en la tranquilidad de estas aguas pirenaicas.
Atravesamos las localidades de Orbara y Orbaizeta, llegando al barrio de Larraun donde es posible desviarse a la antigua Real Fábrica de Munición para Armamento que mandó construir Carlos III allá por 1784. Aparcando nuestra moto podemos optar por andar o montar en bicicleta sobre la pista que nos lleva al embalse de Irabia, el corazón de la Selva de Irati, y de paso darnos acceso al sector oriental del bosque, donde se encuentra la ermita de Nuestra señora de las Nieves. Podemos acceder a él por carretera tomando la NA 140 enlazando las poblaciones de Garayoa, Abaurrea Alta y Baja, Jarrueta y Ezcaroz, para llegar al cruce con la carretera de los Valles Orientales de Navarra y dirigirnos a Ochagavía, donde se haya el Centro de Interpretación de la Naturaleza del Valle de Salazar. Es un pueblo para pasear por sus calles estrechas y asomarse a su puente de piedra sobre el río Salazar. La iglesia suele estar cerrada y no hay más anclaves que visitar, pero el pueblo en sí ya constituye un monumento. Aquí, antes de volver a adentrarnos en la Selva de Irati, podremos visitar el santuario románico de Santa Maria de Muskilda. La vuelta al hayedo ha de hacerse por una pista asfaltada que recorre 23 kilómetros de praderíos de la ladera sur de Abodi y baja hasta las Casas del rey y a la contigua ermita de Nuestra Señora de las Nieves. El camino remonta el río Urbeltza, rodeando el monte de la Cuestión de Lizardoia, alcanzando así los bosques más occidentales de los Pirineos.
El Señorío de Bertiz es un robledal cuyo origen procede de una curiosa historia. A finales del siglo XIV, el rey Carlos III el Noble otorga el escudo el señorío a Pedro Miguel Bertiz por sus labores diplomáticas. Este bosque cambia varias veces de manos hasta que el viajero, abogado y políglota Pedro Ciga, a su regreso de América en 1898, adquiere en propiedad el señorío para crear un verdadero jardín botánico, que llega a reunir unas 120 especies, dotando además al recinto de fuentes, estanques, pérgolas, cenadores y miradores. Medio siglo más tarde, Pedro Ciga cede sus propiedades a la Diputación Foral de Navarra y al Obispado con la condición de mantener intactas las características naturales del jardín, convirtiéndose posteriormente en Parque Natural.
El Señorío de Bertiz se organiza en dos zonas bien diferenciadas, además de Jardín Histórico-Artístico de Bertiz, el Parque Natural del Señorío con más de 2.000 hectáreas de superficie. Tenemos siete senderos señalizados: el de Aizkolegi (22 Km.), el de Plazazelai (16 Km.), el de Erreparatzea (1,5 Km.), el de Iturburua (6 Km.), el de Suspiro (9 Km), el de Irretarazu (11 Km.) y el de Plazazelai-Aizkolegi, que une las dos pistas principales del Parque. Además de hayas podremos contemplar frondosos robledales y marojos, donde habitan más de siete especies distintas de pájaros carpinteros. El Palacio de Bertiz es la edificación más destacada, cuya construcción actual data de los siglos XVII y XVIII, de tres plantas y balcones de hierro forjado que en la actualidad acoge salas de exposiciones, reuniones y congresos.
Para acceder al Señorío de Bertiz desde Pamplona es preciso llegar primero hasta Sorauren y Echaide, siguiendo sin pérdida la carretera de Pamplona a Irún con la vía que comunica la capital navarra con Francia por Dantxarinea (N 121 A) y el Valle del Baztán (N 121 B). Si provenimos primeramente de visitar la Selva de Irati, la ruta desde Orbaizeta comienza en la carretera NA – 2030 casi paralela al Río Irati, y a continuación la NA – 140 en dirección a Garralda por la Carretera de los Valles Orientales de Navarra. Este camino entronca con la N-135 (Pamplona – Roncesvalles), que continuado por la NA – 138 (Carretera del Quinto Real), la NA – 1740 (Carretera de Artesiaga), llegamos sin pérdida a Irurita y su tramo final, a poco más de 7 kilómetros, concluye la ruta en nuestro destino.
Visitar bosques tan espectaculares como Irati y Bertiz tiene más recompensas, como lo son los hoteles con encanto de Ruralka. Te recomendamos Irati Barnean, en el mismo Orbaizeta, un conjunto de cinco iglús en plena selva en donde sus propietarios, Marina e Iñaki, han colocado con paciencia cada teja, como guiño a la tradición del valle. La Casona de Pitillas, una casona navarra de principios del siglo XIX cuidadosamente restaurada, fusión entre tradición y modernidad y con todas las comodidades. Y qué decir de Casa Rural Azpikoetxea, en Etxarri Larraun, un tranquilo y precioso caserío de 1700, con solamente 5 habitaciones, que ha sido totalmente rehabilitado para que disfrutes del espectáculo de este rincón verde de los Pirineos.
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