Una ciudad con un patrimonio espectacular, ¡descubre con nosotros Segovia!
Quienes conocemos las proximidades de Segovia moviéndonos con la Suzuki V-Strom, hartos del eterno atasco de Madrid, sabemos que sus rutas son un verdadero bálsamo. Un mar de tranquilidad. Una vez que traspasamos los muros naturales de la Sierra del Guadarrama y su Parque Nacional, el pulmón de la capital, la llanura castellana nos regala su lejanía. Es el primer placer que nos depara esta ruta, su infinito horizonte al que se prolongan sus rutas absolutamente rectilíneas.
Segovia es una joya castellana por conocidísimo monumento civil, su catedral gótica, la última construida en España, su castillo de cuento junto a sus iglesias, monasterios y conventos. La noble capital castellana vive su época de esplendor durante la Edad Media, al convertirse en lugar de residencia de la corte de los Trastámara siendo además un importante centro de actividad ganadera y textil. A este periodo se debe la construcción de un elevado número de edificios románicos, riqueza patrimonial que Segovia conserva intacta.
La joya de su monumentalidad es su archiconocido acueducto que data de la Roma Imperial s.I. Su misión fue la de transportar agua desde 15 km. de distancia –lo hizo hasta el s. XIX– y su característica más sorprendente es su construcción de sillares perfectamente alineados sin rastro alguno de argamasa o mortero. La ciudad intramuros nos brinda importantes construcciones medievales y renacentistas como la Casa de los Picos, la Alhóndiga o el Torreón de los Lozoya. Calle arriba destaca La Catedral del gótico tardío, junto a la porticada Plaza Mayor.
Ubicado en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores, El Alcázar fue levantado sobre roca para un claro fin militar. Sirvió de residencia para Alfonso VIII. En el siglo XIII el edificio si bien adquirió su aspecto gótico –que dicen que inspiró el castillo de Walt Disney– con la intervención de los arquitectos de Juan II y Enrique IV. Merece la pena la visita a su salón de los reyes que conserva las estatuas de todos los regentes ibéricos, desde don Pelayo a Juana la Loca.
El aroma que rodea a Torrecaballeros, tomando la A 601 N-110, nos evoca los tiempos del trasiego de ganado de la trashumancia. De nuevo la vista se pierde sobre pastos de tomillo salsero, tomillo blanco, cantueso, que es lo que come el cordero y que a su vez es la materia prima que sirven bien horneados los numerosos asadores plantados a un lado y otro de la carretera de Soria. Hemos de aparcar la V-Strom y sentarnos a comer. De nuevo tenemos por delante la recta infinita de la N-110. Nos desviamos por la SG-V-2322. Pedraza merece una parada larga para disfrutar por entero de su tortuoso trazado medieval. La puerta de la Villa es el único paso a la ciudad amurallada y en tiempos sus portones de álamo negro se cerraban durante la noche. Su terrible cárcel aún permanece contigua a ella. En el polo opuesto del pueblo se levanta el castillo, adquirido por el pintor Zuloaga. Cuenta con una imponente torre del homenaje, foso, y está rodeado en la mayoría de su perímetro por un precipicio. En pleno centro del pueblo, el entorno típico de su plaza porticada es escenario de las famosas Noches de las Velas veraniegas.
Antes de nuestra siguiente etapa enfilamos con nuestra Suzuki V-Stron otra sucesión de rectas. Sepúlveda presume de ofrecer el mejor cordero asado de la zona y una excelente repostería. La ciudad, que fue motivo de disputa entre moros y cristianos en los siglos X y XI, conserva un importante patrimonio histórico-artístico. Partiendo desde la Plaza Mayor hay que perderse a pie por su entramado de callejuelas, de casas de piedra añeja y rojiza, de soportales que protegen asadores donde se rinde verdadero culto al cordero asado e iglesias que han aguantado el desgaste de los años. Sepúlveda es la puerta de entrada al cañón y hoces del río Duratón –a poco más de 17 km.–, una más que impresionante zona de Parque Natural de río encajado en un cañón tan profundo, que invita a uno a fundirse con la naturaleza. Y a actualizar su cuenta de Instagram. La mejor vista panorámica del valle se tiene desde la cercana ermita de San Frutos, a la que accedemos por una pista de tierra. Enseguida nos
sorprenderá su nutrida colonia de rapaces –aquí nidifican 250 parejas de buitres leonados, unido a águilas reales y halcones peregrinos– haciéndonos elevar la mirada por encima del horizonte siguiendo el vuelo sobre uno de los cañones más espectaculares de Castilla.
Nos ponemos de nuevo a los mandos del manillar de la V-Strom. Cantalejo, que fue en tiempos centro importante de la fabricación de Trillos, tiene de curiosidad la invención de su propia jerga, la “Gacería”, que parte del vasco, y que se empleaba para favorecer sus tratos comerciales. Cerca tenemos un espacio protegido y zona de especial protección de aves. Una buena opción para los más andarines es recorrer a pie la Senda de las Lagunas, un fácil y ameno paseo que lleva en menos de dos kilómetros desde el observatorio ornitológico de la laguna de Sotillos Bajeros hasta el de Navalayegua. Llegando a Turégano por la CL – 603, esta aldea es reconocible desde kilómetros antes por su altivo castillo, en cuyo interior se encuentra la iglesia de San Miguel, y su típica plaza porticada. La plaza Mayor, con sus pórticos y casas, es otro de sus puntos neurálgicos, ya que es lugar de celebración de mercados, ferias, procesiones y corridas taurinas. Después de olisquear el asado pueblo a pueblo, vamos por fin a parar a comer aquí y constatar sin duda la excelente gastronomía típica, delante de un tierno cordero o cochinillo asado en horno de leña, aunque aquí también encontramos sus propias propuestas como el bacalao al ajo arriero o para los más golosos, los bollos de manteca, los periquillos, las tortas de chicharrones y las rosquillas fritas.
Últimas rectas por la SG – V – 2366 hasta Sotosalbos, lugar de trasiego entre moros y cristianos durante siglos. El clérigo Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, se refiere a Sotos Albos en el Libro de Buen Amor, citando su encuentro en el Puerto de Malangosto con la serrana conocida como “La Chata”. Aunque sólo sea en su honor, nos parece del todo sugerente volver a dar descanso de tanta ruta rectilínea a nuestra Suzuki, y disfrutar de un paseo a pie por su plaza mayor para visitar su iglesia de San Miguel Arcángel, o revivir las andanzas de El Tuerto de Pirón que solía refugiarse en sus posadas.
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