A veces, las rutas más memorables no se miden en kilómetros, sino en momentos. La Ruta Entre Viñas y Hoces es una de esas experiencias que quedan grabadas no solo en el cuentakilómetros, sino también en la memoria. Un recorrido por el corazón de Castilla que combina el silencio de los páramos, la grandeza de las hoces y la calidez de sus pueblos, con ese inconfundible sabor a carretera secundaria que tanto disfrutamos los motoristas.

El viaje comienza en Santa Cruz de la Salceda, en el Hotel Rural Las Baronas, una joya de piedra en plena Ribera del Duero. Su encanto rural y su ambiente motero lo convierten en el punto de partida ideal para esta escapada. Entre el aroma del café y el sonido de los motores arrancando, se respira ese cosquilleo previo a una gran jornada sobre dos ruedas.

La ruta arranca por carreteras estrechas y tranquilas que atraviesan los campos de viñedos de la Ribera. En primavera, los brotes verdes asoman entre las hileras de cepas; en otoño, el paisaje se tiñe de ocres y dorados que parecen arder con la luz del atardecer.

La primera parada nos lleva a Ayllón, una villa medieval de calles empedradas, casas de piedra rojiza y soportales que invitan a perderse sin prisa. Pasear por su plaza mayor es viajar atrás en el tiempo, antes de volver a subirnos a la moto y continuar hacia el Yacimiento Arqueológico de Tiermes, una de las joyas ocultas de Soria. Tallado directamente en la roca, Tiermes fue una ciudad celtíbera y romana, y hoy conserva esa atmósfera mística de los lugares que el tiempo parece haber olvidado.

Desde Tiermes, la carretera serpentea hacia Atienza, uno de los pueblos más emblemáticos de la provincia, coronado por su castillo en lo alto de una colina. La vista panorámica desde allí es sencillamente espectacular: un horizonte infinito de mesetas, valles y montes que se pierden bajo el cielo castellano.

Seguimos hacia Gormaz, donde nos recibe una de las fortalezas califales más grandes de Europa. Su muralla, de más de un kilómetro de longitud, domina el valle del Duero con una majestuosidad que impresiona incluso al viajero más curtido. Desde lo alto, el paisaje se abre en una sinfonía de tonos tierra y verdes suaves: puro silencio, puro viaje.

La ruta continúa hacia Calatañazor, otro de esos pueblos que parecen sacados de un cuento. Sus calles empedradas, las chimeneas humeantes y el sonido lejano de las campanas crean una postal perfecta. No es difícil imaginar caballeros y pastores transitando por las mismas piedras siglos atrás.

Antes de poner rumbo de vuelta, hacemos una parada muy especial en El Cielo de Muriel, un restaurante con encanto en plena naturaleza. Rodeado de pinares y con el aire puro del Parque Natural del Cañón del Río Lobos, el lugar hace honor a su nombre: se come bien, se conversa mejor y se respira paz. Allí, el equipo de V-Strom On Road compartió mesa y experiencias entre risas, planes de futuras rutas y ese tipo de silencio que solo se da cuando uno está exactamente donde quiere estar.

Con el cuerpo satisfecho y la mente despejada, el último tramo nos devuelve a Santa Cruz de la Salceda. El círculo se cierra en Las Baronas, donde un vino de la Ribera y una buena cena ponen el broche perfecto a una jornada de moto que ha tenido de todo: historia, paisajes, gastronomía y, sobre todo, carretera.

Esta es una ruta que representa el espíritu de V-Strom On Road: viajar con calma, disfrutar del trayecto tanto como del destino, y descubrir rincones que solo se revelan al ritmo de las curvas.
No es una ruta para correr, sino para sentir: el rugido del motor, el olor de la tierra, el tacto del viento y la libertad absoluta del camino.

Te recomendamos hacerla en primavera o en otoño, cuando los colores del paisaje están en su punto álgido y las temperaturas invitan a rodar sin prisas. Lleva la cámara, pero también el alma abierta: porque cada curva de esta ruta es una historia esperando ser contada.