Del interior a la costa gallega recorriendo sus bellos paisajes

Galicia es una privilegiada a juzgar por los recursos que proceden del mar y su montaña, sin olvidar su rico acervo cultural. Bañada por el Miño, Ourense atrajo a los romanos sobre todo por el oro y por sus aguas termales que le han dado fama a numerosos balnearios por toda la región, dejándonos como legado su “A Ponte Vella” (el puente viejo) que une ambas orillas del río. Su confluencia con el río Avía, el Arnoia y el Barbantiño originan la ruta del Ribeiro. Una sucesión de valles y pozas donde remansan las aguas que ascienden desde las orillas, llamados “Socalcos”, destinados al cultivo de una variedad especial de la vid. La orografía de Ourense los protege del viento del Atlántico, y la suavidad de la humedad y la temperatura, unido a la calidez del verano, logran las condiciones idóneas para que alcancen la proporción correcta de azúcares.

Nos ponemos en marcha con la Suzuki V-Strom en una ruta bellísima.

El ambiente que se respira en Galicia es muy especial y si queremos sumirnos de verdad en su cultura, merece la pena alojarnos en un tradicional pazo gallego. Datan de hace siglos como centro de la vida feudal, siendo hoy lugares dedicados al descanso con las máximas comodidades, como sucede en el Pazo de Bentraces del club de hoteles con encanto de Ruralka –y con tan sólo 6 exclusivas habitaciones–, que data del S XV que harán que te sientas dueño de este antiguo palacio medieval. Pero nuestra intención es que sigas descubriendo nuestra ruta entre templos barrocos, vestigios románicos y tradicionales cruceiros y hórreos.

A unos 9 km de Bentraces, además de su viejo puente sobre el Miño, en nuestra visita a Ourense visitaremos la catedral de San Martín de Tours, mezcla de estilos románico y gótico y el convento de San Francisco, con su claustro e iglesia también góticos. Ourense es un tradicional destino termal, como lo demuestran las fuentes de As Burgas, de estilo Neoclásico. Y como es norma en todo Galicia, nos encontramos en un excelente enclave gastronómico. Además de la excelente calidad de las cuatro Denominaciones de Origen (Ribeiro, Valdeorras, Ribeira Sacra y Monterrey) sus platos típicos son el pulpo, la carne “ó caldeiro” (ternera cocida con aceite, ajo y pimentón) o el cabrito asado. La empanada de anguilas es una de sus especialidades. La repostería orensana tiene como emblemas el marrón glacé y las cañas pasteleras.

Tomaremos la carretera que bordea el río Miño para divertirnos con sus curvas por su margen izquierdo. Tomando la A 52, la primera parada es Castrelo de Miño, a menos de 30 kilómetros, con su iglesia parroquial de Santa María, de ábside románico y nave barroca. Continuaremos hacia Cortegada, a 16 kilómetros, para contemplar el santuario de San Bieito de Rabiño, que acoge dos de las romerías más populares de toda Galicia en los meses de marzo y julio. Poco después, tras un trayecto algo más largo, llegaremos al monasterio cisterciense de Santa María de Melón, de estilo románico. Más adelante, un corto desvío nos llevará hasta la  iglesia de San Xés de Francelos, uno de los escasos ejemplos de arquitectura prerrománica de estilo asturiano de toda Galicia. Ribadavia es la capital del vino de Ribeiro y otrora capital de Galicia en el siglo XI. Callejeando mientras recordamos su pasado celta y romano, quienes llegaron aquí atraídos por sus termas y aguas auríferas, nos dejamos cautivar por su casco antiguo, que conserva parte de sus murallas medievales.

Moviéndonos cómodamente por la A 52 franqueamos la linde entre Orense y Pontevedra, hacemos un desvío por la N 120 hacia A Cañiza tiene origen celta, conservando restos de la cultura megalítica, si bien es conocida universalmente por la fiesta del jamón que se celebra el 15 de agosto. Aquí la Sierra de Suido da origen al río Tea que en su curso pasa por Mondariz. Desde 1872 el doctor Enrique Peinador estudio las propiedades mineromedicinales de sus aguas. Su famosísimo balneario fue descrito por José de Echegaray como el “Palacio de las Aguas” y conserva su pomposo ambiente señorial. Desde el castillo de Sobroso se puede contemplar todo el valle de Mondariz. Otro punto de interés es el Castro de Troña, uno de los mejor conservados de Galicia con su petroglifo simbolizando una serpiente. Ponteareas es la capital de la comarca de O Condado, famosa por sus alfombras de flores con que los aldeanos cubren sus calles durante la celebración de la fiesta del Corpus Christi. Podemos enlazar rápidamente en 45 minutos por autopista esta ruta con las Rías Baixas y poner destino a Redondela, una ciudad con una notable influencia del Románico. A un paso de aquí, la empinada Vigo parece precipitarse sobre el puerto, y lo escarpado de sus calles las convierte en miradores. Su vida gira en torno a sus astilleros, su industria y su tradición pesquera. A unos 28 km, Pontevedra reúne el mejor elenco de arquitectura tradicional gallega, como el Santuario de la virgen Peregrina, con su fachada barroca frente a la famosa plaza de la ferrería. De nuevo tendremos oportunidad de dejarnos atrapar por su maravillosa gastronomía, sus típicas ostras y mejillones, así como las empanadas de berberechos y de “xoubas” (sardinas). Otra opción pasa por degustar sus excelentes pescados de río, de los que sobresalen la trucha, el salmón y, sobre todo, la lamprea.

Tras este “intenso” tramo del viaje recorriendo las Rías Baixas, ya apetece descansar. No muy lejos tenemos Torre do Río en Caldas de Reis, otro gran pazo y antigua factoría textil del S XVIII se haya enclavado a borde del Río Umia.. La privilegiada zona del Salnés, en la que se erige esta torre de tres siglos de historia, destaca por su oferta termal y gastronómica. Tanto Caldas, a menos de un kilómetro, como Cuntis, a menos de diez, disponen de Balnearios de aguas naturales. Y si no queremos alejarnos tanto de las sugerentes rías, en Meaño se sitúa otro espectacular hotel como es Quinta San Amaro compuesto por ocho complejos singulares, que rinden fiel culto a  la arquitectura popular gallega. Además está situado en plena comarca de la variedad de uva Albariño, el Salnés, albergando su propia bodega.

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