Al sur de la provincia de Salamanca, y limítrofe con la comarca de las Hurdes, se extiende la comarca de la Sierra de Francia, que se extiende por la serranía de Béjar, contrastando su duro relieve con las plácidas llanuras camperas y el mar de dehesas que por lo general configuran el paisaje salmantino. Los pueblecitos que salpican estas llanuras y bosques de roble, castaño y el rojo alcornoque, han sabido conservar su espíritu de antaño, en parte por no haber podido disfrutar de las buenas comunicaciones de hoy día. Aquí también convive el ganado, el más auténtico toro de lidia y cómo no, el apreciado cerdo ibérico o de pata negra. Grandes y gustosos alicientes para emprender un viaje con la V-Strom peculiar.

Salimos de Salamanca por la rectilínea SA 210, dejando atrás Tamames y El Cabaco. Lo primero que percibimos es la visión monumental del risco de la Peña de Francia, con una altitud de 1.723 m. Si vamos con tiempo, desde este último pueblo tenemos acceso al santuario de la Peña de Francia, al que se llega tras un sinuoso recorrido perfecto para rutear con nuestra moto, del que en 1437 se hicieron cargo los dominicos y levantaron la iglesia, su convento y la hospedería. Desde sus miradores de Santiago, del Fraile y Santo Domingo se contemplan unas vistas espectaculares hacia los cuatro puntos cardinales hacia Cáceres y Portugal podemos sacar buenas fotos con nuestra moto. A 10 kilómetros llegamos a La Alberca. Un conjunto rural declarado patrimonio cultural desde 1940 y que, desde hace casi un siglo, sigue conservando su fisonomía y particular trazado con casas y calles empedradas con entramados y balcones de madera, permanentemente decorados con flores durante primavera y verano.

A pie de La Alberca, contiguo a la comarca extremeña de Las Hurdes, se extiende el que se considera como el valle más hermoso de la Sierra de Francia, el valle de Las Batuecas donde disfrutaremos de  la V-Strom gracias a las curvas cerradas que nos encontraremos a nuestro paso. Una visita obligada es la ascensión hasta el Mirador del Portillo, a 1.250 m. de altitud. Tras superarlo, nos adentramos entre pétreas laderas y una frondosa y colorida vegetación que serán el marco perfecto para una ruta en moto muy especial. Dejando atrás La Alberca llegamos a Mogarraz, famosa por su fuente del humilladero y su artesanía en piel y confección de botos camperos.

Miranda del Castañar es la población que encarna el aspecto más medieval de nuestra ruta por Salamanca. Su casco urbano está férreamente rodeado por una muralla bien conservada, que se alzó entre los siglos XII y XIII, y que franqueamos por las puertas de San Ginés, de Nuestra Señora, de San Benito y del Postigo.

Eltramo que une la C 515 con la N650 es rápido hasta llegar a Béjar. Históricamente fue un privilegiado emplazamiento de la villa en un punto defensivo clave a caballo entre la meseta norte y sur. Sus joyas monumentales son su Palacio Ducal, su muralla defensiva de origen árabe, y su plaza de toros, considerada la más antigua de España. A pocos kilómetros, Guijuelo ostenta ser una de las poblaciones españolas con mayor renta per cápita, gracias a los jamones y embutidos de cerdos ibéricos. Imprescindible hacer acopio de los “delicatessen” que más nos plazcan.

Tan sólo una hora desde Guijuelo, llegamos a Salamanca, a orillas del río Tormes y bañada por su característico color ocre de sus monumentos que le proporciona su piedra de Villamayor. Salamanca es conocida en todo el mundo por el animado ambiente estudiantil de su célebre universidad. Su centro histórico ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, y su Plaza Mayor es una de las más elegantes plazas barrocas españolas. Es también cruce de caminos, y parada obligada en la vía de la plata.

A veinte minutos de la emblemática capital castellana, ¿quien no quiere parar a descansar y alojarse en un verdadero “castillo” medieval?.El Castillo del Buen Amor es uno de los hoteles más singulares del club de hoteles con encanto de Ruralka. Un castillo-palacio del s.XV, declarado Bien de Interés Cultural desde 1931, que ha respetado intacto su aspecto original. Cada estancia se ha adaptado a la construcción original del Castillo creando espacios cálidos, acogedores y únicos, incluso algunas habitaciones disfrutan de terraza privada en el almenado. Su piscina ocupa parte de su obligatorio foso. Y como restaurante, su servicio es igual de espectacular. Su chef, Javier Esgueva, elabora con mimo para su carta menús basados en la cocina casera y en la tradición castellana. Sin duda el mejor punto de llegada de nuestra ruta en moto entre los mejores tesoros del reino castellano.

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